
Érase una vez una niña que cumplía cuatro años, a la que le encantaban los cuentos de princesas, el color rosa pero, sobre todo, lo que más le gustaba en el mundo (más que los caramelos, dar vueltas como una peonza o el día de Reyes) eran los los unicornios.

Y érase una mamá que se acordó de hacer una fiesta temática, muy de princesa, muy rosa y con muchos unicornios a última hora.

Y, como una que es una blanda, que si me ponen ojillos hago lo que sea, aunque la princesas me aburran, el color rosa me produzca urticaria y que sepa, que los antiguos vikingos, vendían como cuernos de unicornio el colmillo de los narvales, me puse a coser esta muñequita en un tiempo record.

Para mi sorpresa, me encantó el resultado, y es una de mis favoritas.