Todas mis navidades empiezan igual: tratando de desenmarañar las luces del árbol. Da igual el esmero que ponga el año anterior al empaquetarlas, no importa que guarde las diferentes vías de luces en cajas separadaso que las enrolle alrededor de un cartón. De alguna manera, cuando abro la caja de los adornos navideños, las encuentro liadas hasta el punto que empiezo a resoplar nada más verlas. ¡Serán los duendes que adornan el árbol, enfadados porque los condeno a 11 meses de oscuridad!

El hecho de desenrollar, probar o sustituir las bombillas fundidas, casi se ha convertido en una tradición navideña, que más que sufrir, disfrutamos toda la familia.

Este año, a las tradicionales, he añadido estas hechas de fieltro que alumbrar, lo que se dice alumbrar, no alumbran, pero, ¿enredarse?, eso lo hacen tan bien como las que cada año chispean en el árbol.

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