En la antigua Grecia
las sirenas eran híbridos medio mujer y medio ave, con las mejores partes de
cada una (alas, melenas al viento, una bonita sonrisa…). Esto denota que los
griegos tenían cierta generosidad de espíritu, al contrario que los egipcios,
que ejercían de improvisados doctores Frankenstein con sus dioses pero con muy pocas
ganas (y menos sentido de la estética), por lo que la cosa no terminaba de cuajar,
¿quién no querría cambiar su cabeza por la de un chacal? Gracias a esto, las sirenas griegas, tenían
superpoderes como la capacidad de volar y una voz tan requetechula que los
marineros se olvidaban de que el barco no llevaba piloto automático y se
estrellaban contra las rocas.